A medida que nos hacemos mayores y empezamos a tener cada vez un mayor número de responsabilidades, sentimos, en la mayoría de los casos, cómo empezamos a decaer en muchos aspectos de nuestra vida. Es algo que nos pasa a todos, porque vivimos en un mundo tan acelerado que exige una alta entrega por nuestra parte para poder sobrellevar nuestro día a día.
En caso contrario, no podríamos hacer todas las cosas que, en teoría, se espera de cada ser humano social del planeta: trabajar, conseguir dinero, formar una familia, tener descendencia y educarlos… Pero, realmente, ¿cuánto nos afecta todo esto?
Llevamos una vida demasiado intensa… para mal
Vivimos en una época totalmente acelerada. Desde que nacemos, las responsabilidades ocupan la mayor parte de nuestras vidas y nos fuerzan a realizar cierto tipo de obligaciones que, en ocasiones, pueden llegar a fastidiarnos mucho porque no es lo que nos gustaría estar haciendo en ese momento.
Solo tienes que ver cómo es la vida de una persona desde que nace hasta que, con el paso de los muchos, muchos años, muere.
Desde que nacemos hasta los 6 años, es la época de nuestra infancia en la que somos libres: comemos y dormimos, dormimos y comemos, jugamos, vamos al parque, estamos con mamá y papá… pero realmente no tenemos mucha más responsabilidad que alimentarnos sanamente y salir a correr bajo el sol e ir al jardín de infancia. Pero allí todavía no ha empezado la fase fuerte de nuestra vida, porque allí lo que hacemos es jugar, dormir, aprender cosas básicas y socializar.
Luego, empieza la temida época en la que los niños empiezan a ir al colegio. ¿Por qué digo “temida”? Como profesora de educación infantil y profesora de refuerzo en un instituto de Madrid, puedo afirmar que el mundo educativo está cambiando. Y está cambiando para peor. Y lo digo con toda la boca llena.
Si lees con atención esta noticia, podrás hacerte una idea de lo que quiero decir.
El colegio, el instituto, el bachillerato, la universidad, los ciclos formativos… ya no buscan (si es que alguna vez lo han hecho) que la persona sea capaz de, con unos conocimientos mínimos, formarse su propia perspectiva de las cosas y ser capaz por sí mismo, mediante una capacidad resolutiva, de todos los problemas que se nos presentarán en la vida. En lugar de eso, el mundo estudiantil nos prepara para absorber una enorme cantidad de temario inútil, en su mayoría de los casos, para luego vomitarlo en un examen y hacer que se nos olvide todo dos días más tarde.
Nos preparan para memorizar, no para ser funcionales. Y, mientras esto pasa, entre exámenes, trabajos, deberes… se nos va toda nuestra infancia.
Tras esto, tenemos la obligación de meternos en el mercado laboral. Esto es indiscutible en un mundo totalmente capitalista, necesitamos el dinero. ¿Pero necesitamos trabajar 14 horas diarias para ganar 1200€ y que se vaya todo en deudas y comida? Y que, por supuesto, todavía nos falte dinero para pasar el mes.
La responsabilidad de tener que mantener a los nuestros, de tener que ayudar económicamente a nuestros hijos y a nuestra familia, nos empuja, además, a aceptar trabajos que no nos gustan. ¿Quién es feliz trabajando en un bar todos los días de la semana, viendo a sus hijos y a su pareja dos horas al día y descanso un día a la semana… donde vas a estar tan cansado que no vas a querer hacer nada?
Luego, cuando llegamos a la edad de jubilación (entre 65 y 67 años, en la actualidad, según el número de años hayas cotizado), tendremos toda una vejez por delante con los huesos y los músculos cansados de tanto trabajar, con una pensión que, en el mejor de los casos y si no nos la quitan, va a ser la misma que nuestro sueldo (o sea, que nos va a seguir faltando dinero) y con todo el tiempo libre del mundo, pero ya con menos fuerzas y ganas que cuando eras joven.
El estrés y la ansiedad son más reales de lo que crees
¿En qué deriva toda esta vorágine de responsabilidades y obligaciones?
- Estrés, que es, cito textualmente, “la reacción de su cuerpo a un desafío o demanda. En pequeños episodios, el estrés puede ser positivo, como cuando le ayuda a evitar el peligro o cumplir con una fecha límite. Pero cuando el estrés dura mucho tiempo, puede dañar su salud”.
Pero la cosa no termina ahí, porque puede haber dos tipos de estrés:
–Estrés agudo. Este estrés no tiene una duración continuada en el tiempo. Puede ser en momentos concretos que haya que tu tensión suba más de la cuenta: cuando te peleas con tu pareja, cuando presientes que te van a echar del trabajo, cuando haces algo nuevo (como tirarte en puenting). Se presenta en situaciones completamente nuevas que nos hace estar en tensión, lo que origina el estrés agudo.
–Estrés crónico. Este, en cambio, se origina cuando se ha padecido estrés agudo durante mucho tiempo. En este caso, el estrés se convierte en algo que nunca desaparece y que puede llegar a durar un lapso prolongado de tiempo. Puede venir por una infancia difícil, un matrimonio infeliz, problemas continuados en el trabajo…
Por supuesto, también tenemos otra cosita que se llama ansiedad.
- La ansiedad es, cito textualmente, “una reacción normal y saludable que se activa ante una amenaza o un peligro. La ansiedad se convierte en trastorno de ansiedad cuando esta reacción se activa en situaciones habitualmente no amenazantes / peligrosas o de manera persistente, hasta el punto que interfiere de manera importante en la vida diaria”.
Y todas estas cosas pueden achacarnos en nuestro día a día si no hacemos algo para solucionarlo, algo para frenarlo.
La naturaleza ayuda más de lo que te imaginas
La naturaleza es ese lugar que nos llena el alma de paz y de sosiego, que tranquiliza nuestra mente y que nos ayuda a serenarnos, aunque no lo pretendamos. Por ello, una de las cosas que ayuda muchísimo a una persona con estrés o ansiedad es ir a la naturaleza, ya sea unas horas en su ciudad o unos días, en un pueblo rural.
De hecho, desde Albergue La Jarilla nos comentan que, además de la naturaleza, una cosa que ayuda contra el estrés y la ansiedad es hacer cosas con personas de confianza. No con desconocidos, sino con familias, con amigos, con personas de confianza. Realizar actividades programadas (de las que tú no tengas que encargarte) que sean livianas para ti (como una ruta de senderismo) puede ayudar a tranquilizar tu mente y a divertirte.
Los beneficios de la naturaleza para la salud son muy amplios, pero para el estrés y la ansiedad es imprescindible, y te voy a decir por qué:
- La naturaleza nos ayuda a desconectar. Una de las cosas que más estrés nos produce es la enorme cantidad de responsabilidades que nos echamos a nuestra espalda a lo largo de nuestras vidas. Entre los estudios, el trabajo, la familia, los amigos, la economía, la salud… llenamos nuestra mente de una serie de preocupaciones que nos desestabilizan y nos ocupan todo el pensamiento diario. Por ello, meternos en un entorno puro, limpio, hermoso y calmado ayudará a nuestra mente a calmarse y a no pensar en tonterías. Porque la naturaleza nos ayuda a vivir el presente, precisamente por el paisaje que nos brinda.
- El aire limpio de la naturaleza es mucho menos pesado. Una de las cosas que nos produce el estrés y la ansiedad es pesadez en el corazón y en los pulmones. Nos cuesta respirar, es como si tuviésemos algo que pesa mucho encima de nuestro pecho. Por ello, el aire contaminado constante puede sentarnos mal y empeorar esa sensación. En cambio, el aire limpio y puro del campo, libre de contaminantes y de tóxicos, es muy liviano y nos purifica los pulmones. Por ello, el campo puede aliviar la pesadez que sentimos en el corazón constantemente.
- En la naturaleza, lo dejarás todo atrás más fácilmente. De hecho, una de las cosas que suelen recomendar cuando vamos a un pueblo a pasar unos días es que desconectemos el teléfono. Alejarte de todo, tanto de las personas como de la tecnología, puede hacer que dejes atrás, además, muchos de tus propios problemas. Si no estás atento a las redes sociales, a la tecnología, a los amigos, al trabajo… que es una de las cosas que más ansiedad nos provoca, dejarás los problemas atrás con mucha más facilidad. De hecho, si lees este artículo, te vas a dar cuenta de cómo las redes sociales empeoran los trastornos de estrés y de ansiedad. Por lo tanto, vayas al campo o no, plantéate separarte de las redes y de las tecnologías un tiempo.
La naturaleza es vida, y la vida es salud
Por lo tanto, si sientes que está empeorando tu salud, ya sea físicamente o mentalmente, plantéate pasarte unos días en el campo, ya sea para simplemente tumbarte a escuchar los pájaros, para caminar, o para hacer actividades con otras personas.